Raquel, afiliada a CNT Sierra Norte, está comprometida de verdad. No sólo es una activista de sofá. Es de las que arriman el hombro. Tanto que, cuando le ofrecieron trabajar como captadora de Acnur, pensó que era el trabajo ideal. Poder explicar a la gente, de primera mano, lo que pasa en el mundo con los refugiados. Contar cómo hay cientos de miles de personas, niños, mujeres y hombres, que, debido a la codicia y la sinrazón, han perdido lo poco que tienen. Han perdido su hogar y se han visto obligados a abandonar sus países para salvar la vida. Poder ofrecer a la gente una forma de colaborar, de hacer más llevadero el sufrimiento de est@s refugiad@s, hacer su vida un poco más humana.
Raquel es buena en su trabajo, porque cree en él, porque necesita aportar su granito de arena para ayudar, y eso se nota, se percibe, se transmite. Es una de las mejores captadoras de Acnur. Cubre holgadamente su cuota de asociados mensuales. Más aún, además de los asociados, consigue en numerosas ocasiones grandes aportaciones de particulares que ven en los argumentos de Raquel la imperiosa necesidad de ayudar a paliar el sufrimiento, la necesidad.
Pero en el llamado primer mundo, no todo es un lecho de rosas, aquí también hay problemas y Raquel no está exenta de ellos. Tras un año de estupendos resultados como captadora en Acnur, sufre un pequeño accidente trabajando. Un fatídico día de lluvia resbala, se hace daño, y los servicios médicos le dan de baja unos pocos días ante la imposibilidad de andar.
Para su sorpresa descubre que esta organización humanitaria lo es sólo en apariencia, lejos de comprender su situación, recibe presiones, hay que producir. Toda la dedicación de Raquel ya está olvidada, tres o cuatro días que no da lo que Acnur considera beneficios, son suficientes para enseñar los dientes, para quitarse la máscara, para reclamar productividad. Raquel no sale de su asombro, “es una organización humanitaria” se repite.
Pero no acaba ahí la cosa, como un capricho del destino, como para cargar de razón al refrán de “los problemas nunca vienen solos” tras reincorporarse a su puesto de trabajo, su hija, de 17 años, desaparece de casa. Raquel se enfrenta sola a este dilema, se pone en contacto con las fuerzas de seguridad en un desesperado intento de encontrar a su hija, de saber que está bien. Obviamente, como hubiéramos hecho cualquier madre, cualquier padre, faltó a su puesto de trabajo el día que faltó su hija. Por suerte, al día siguiente todo se solucionó felizmente.
Mientras tanto, Raquel, la protagonista de nuestra historia, recibe la llamada del responsable de Acnur. Estarán ustedes pensando que, conociendo el trance por el que estaba pasando, sería para mostrarle su apoyo y comprensión y hacerle saber que dispusiera de los días que fueran necesarios para solucionar el problema, pues no. Desde Recursos humanos lo que se le propone es la baja voluntaria, “para que puedas solucionar tus problemas y ya cuando estés más tranquila te reincorporas” o el despido “para que puedas cobrar el paro, pero no puedes volver”. Es decir, deshacerse de ella.
Raquel no se lo podía creer, cuando más apoyo necesitaba, más puertas encontraba cerradas. Está dolida, duele el desengaño. Por supuesto no aceptó ninguna de las dos opciones que le ofrecieron, por ser claramente injustas. A día de hoy está despedida sin saber las causas que alega Acnur, pues ni siquiera ha recibido carta de despido. Ella quiere seguir en su puesto de trabajo, quiere seguir aportando su granito de arena, también quiere seguir manteniendo su hogar, su vida. En CNT Sierra Norte pensamos que se lo merece, está en manos de nuestros abogados, el juicio es el día 24 de julio, ese día estaremos tod@s con Raquel pidiendo su readmisión.